Buenos Aires y su cultura visual de principios del s. XX
Resignificación de la cultura visual a través de las modificaciones técnicas de la imprenta
En el presente texto se analizará el crecimiento de la imprenta en Buenos Aires y cómo el avance de la tecnología impactó en la cultura visual de la época. La incorporación de la imagen no solo implicó un cambio en el proceso tradicional de impresión sino también la comunicación que se generaba con esos artefactos.
Por un lado, la imprenta tradicionalmente tipográfica presentaba la posibilidad de incorporar tacos de madera con grabados para poder incluir una pequeña imagen como ilustración. Sin embargo, al ser muy difícil la articulación de estos elementos, la técnica no fue muy utilizada. Es así que la litografía surge como respuesta a esta problemática permitiendo imprimir texto e imagen articulados en una composición, como metodología principal para poder economizar tiempos y recursos. Esta tecnología supone una evolución no solo en el producto sino también en su reproducción y una modificación en los oficios de quienes eran los encargados de producirlos.
De la imprenta tipográfica a la litografía
La imprenta llega a Argentina desde Europa, más precisamente a la ciudad de Córdoba, en 1758 de la mano de la Compañía de Jesús (1) con el objetivo de repartir libros religiosos a los pueblos que se encontraban en el país. La misma funcionó hasta 1776 cuando fue expulsada por orden de Carlos III. Tres años más tarde, en 1779, el virrey Vértiz y Salcedo solicitó el traslado de esta imprenta a Buenos Aires a la Casa de Niños Expósitos (2) en donde el mercado de la † se encontró monopolizado de allí en más, durante mucho tiempo. Cuando pudo liberarse de esa situación, recién a finales de 1800, el taller comenzó a tener un crecimiento exponencial. María Eugenia Costa (2018) en su artículo publicado en el libro En torno a la imprenta, realiza un estudio basado en las estadísticas y los censos de la época, confirmando que en Buenos Aires en pocos años el aumento de talleres fue del 270%: “de 33 imprentas registradas en 1879 se registra un aumento de 89 en 1897” (p. 183). Este incremento tiene vinculación también con el crecimiento demográfico dado por el movimiento inmigratorio. Así como la mayoría de las personas llegadas de Europa se concentraron en el centro de la ciudad, los talleres gráficos también, siendo el barrio de Montserrat la sede de “la mayor concentración de imprentas” (Fabio Ares, 2018, p.19).
Hasta ese momento, la impresión tipográfica mediante la composición de tipos móviles era el método más utilizado para imprimir, esta tecnología dificultaba la inclusión de imágenes que tenían tamaños pequeños y sólo podía llevarse a cabo incluyendo tacos grabados. Este trabajo implicaba prácticas artesanales del oficio — no solo del tipógrafo sino también del grabador, oficio que no prosperó en el país por la complejidad de la técnica — que no compatibilizaban con la multiplicación de talleres y la producción a escala masiva: mayor cantidad de imprentas, de personas empleadas, de insumos para la impresión, etc. Es así que comenzaron a surgir las empresas denominadas “multigráficas” que “reunían bajo el mismo techo las secciones de composición, impresión tipográfica, litografía, transporte de imágenes y encuadernación, y abastecían un mercado de altos tirajes, fundamentalmente el editorial.” (Gergich Andrea, 2018, p. 362).
El aumento de los talleres supuso también un aumento en la demanda y con ella, la necesidad de agilizar el proceso de impresión. Estos impresos se complejizaron y comenzaron a incluir imágenes de manera más atractiva, lo que hizo que en el plano tecnológico la litografía adquiera mayor relevancia. La litografía consistía en “una impresión en plano a partir del tratamiento de una piedra caliza en la que las marcas a imprimir se realizaban a través de diversas técnicas con pincel o pluma con tinta grasa o un crayón. La piedra se humedecía, las marcas grasosas del crayón retenían la tinta que la piedra húmeda rechazaba.” (Gluzman, G. et al., 2013, p. 7). Esta técnica permitía una mayor velocidad y precisión en los impresos, pero por sobre todas las cosas, permitía generar composiciones de texto e imagen más complejas que no eran posibles anteriormente, a su vez permitía duplicar cualquier tipo de manuscrito o impreso mediante el proceso de transfer (3) con un papel especialmente diseñado para esta técnica.
Cabe destacar que la técnica litográfica fue creada en Alemania en 1796, llega a Argentina en 1827 pero es recién con el crecimiento de la imprenta a finales del siglo XIX que encuentra su momento de mayor auge, generando un gran impacto en la coyuntura de la cultura gráfica. Las figuras más destacadas en la historia de la litografía en el país fueron César H. Bacle y su mujer Adrienne Macaire, quienes abrieron la primera firma litográfica y se instruyeron rápidamente en los detalles técnicos de la tecnología generando la posibilidad de “introducir con facilidad imágenes o elementos decorativos en todo género de impreso y comunicación, insertando en la vida cotidiana una práctica nueva de consumo visual.” (Gluzman, G. et al., 2013, p. 5). La litografía brindaba la posibilidad de incluir imágenes, marcas gráficas dibujadas a mano, ilustraciones u ornamentos en la producción de impresos de diferentes tipos, como folletos, láminas, mapas y diagramas, implicaron “una cultura visual más profusamente ilustrada de lo que se suele considerar para esa época” (Sandra Szir, p. 115)
La inclusión de la litografía implicó un desplazamiento al oficio del tipógrafo, sin embargo, dio lugar a la profesionalización de los ilustradores que fueron adquiriendo sus propios canales de comunicación e incluso estilos.
Efectos en la relación texto e imagen
Como vimos anteriormente, la litografía fue una de las vías de acceso que brindó la posibilidad de incorporar a la imagen como elemento comunicacional. La litografía habilitó la publicación de imágenes y decoraciones en dispositivos que afectaron de manera directa a la cultura visual de la época. La imagen hegemonizó el mercado (tal como lo sigue haciendo hoy en día) y facilitó la difusión de ella en artefactos muy diversos de diferentes ámbitos como el educativo, el político, el científico y sobre todo, el comercial.
A razón de esto, en la separata “Multiplicación de imágenes y cultura visual. Bacle y el arribo de la litografía a Buenos Aires (1828–1838)” Georgina Gluzman, Lia Munilla Lacasa, y Sandra Szir (2013) realizan un análisis sucinto de cómo el avance de la tecnología implicó no sólo una modificación en los elementos de consumo sino también en la cultura visual y comunicacional:
“Las tecnologías de reproducción habilitaron el consumo de nuevos objetos en tanto imágenes generando nuevas prácticas y experiencias en las cuales la práctica estética podía estar ligada a la praxis cotidiana. Los estudios visuales atienden a estos nuevos objetos no por su valor estético sino por sus sentidos y sus modos de definir experiencias visuales en contextos históricos particulares. La visión se analiza entonces como ejercicio diferencial, mediatizado por las tecnologías, los discursos, las instituciones que facilitaron su visión y las formaciones sociales que la posibilitan.”
La recolección de las imágenes e impresos realizados en las primeras décadas de 1900 nos permiten reconstruir la cultura visual e incluso el contexto de industrialización, urbanización y consumo en el que se encontraban sumergidas. Rápidamente, las composiciones con imágenes impactaron en el público y fueron vehículo de comunicación y persuasión en funciones políticas, sociales, educativas y comerciales. Cabe destacar, que en este primer momento nos referimos a ilustraciones o dibujos como representaciones y no tanto como fotografías, que se incorporarán a los impresos años más tarde.
Identificamos a lo largo de diferentes análisis estudios diversos acerca de la impresión de postales, mapas y manuales. Sin embargo, uno de los artefactos pioneros en la articulación de imagen y texto como propuesta comunicacional disruptiva fue Caras y Caretas. Sandra Szir (2009) en el libro Impresiones Porteñas hace referencia a ella destacando las imágenes figurativas, con carácter desde caricaturesco hasta una representación más realista de trazos lineales o pictóricos. A su vez, analiza la puesta en página como un elemento muy importante que cobraba mayor sentido en la composición: “en cuanto a la puesta en página y el emplazamiento de las ilustraciones, las variables son numerosas, pero un elemento constante es el lugar destacado que ocupa la imagen con respecto a la tipografía” (p. 114). Al mismo tiempo se incorpora la literatura ilustrada que emplazaba imágenes junto a los textos de ficción literaria que implicaba una nueva manera de vincularse con el lector. La incorporación de imagen y texto en un mismo plano comienzan a plantear la posibilidad de modificar el sentido de lo escrito, ya sea para reforzarlo como para contradecirlo. A razón de esto Jean-Luc. Nancy (2006) hace referencia al valor de la representación “la representación, dicho de otra manera, no presenta algo sin exponer su valor o sentido –o como mínimo, el valor o el sentido mínimo de ser ahí frente a un sujeto.” (p. 7)
Caso de estudio: las partituras de tango
El tango tuvo lugar en este contexto: inmigración, auge de la imprenta, crecimiento demográfico de la ciudad de Buenos Aires — dada su cercanía con el pueblo — crecimiento de la cultura visual dada por la multiplicidad de nacionalidades que traían consigo sus propios estilos, etc.
A su vez, reproducir música era muy costoso, los fonógrafos eran los artefactos destinados a ese fin y no eran accesibles (Varela, 2010). Es así que como medio para difundir el tango, aparecen las partituras, como un producto comercial de bajo costo que se vendía en las casas de música para llegar al público y para presentarse en las discográficas y así, alcanzar una grabación. También en muchas ocasiones, su impresión implicaba una legitimación de la obra musical — cuando todavía no existían los derechos de propiedad intelectual — . Es por ello, que los esfuerzos para hacer más atractivos los diseños de las portadas eran una parte fundamental para el crecimiento de la industria.
Mediante las partituras de tango podemos identificar el cambio de tecnología y la inclusión de elementos visuales que podemos interpretar como representantes de esta modificación en la cultura visual. Por ejemplo, este grupo de partituras impresas a fines del siglo XIX, presentan una puesta tipográfica sencilla, con alguna pequeña ilustración o decoración que evidencian un tipo de impresión con tipos móviles.
Impresiones posteriores muestran la incorporación de imágenes y colores, en donde el texto es dibujado en el mismo plano que la imagen, para economizar la posibilidad de imprimir de manera mixta (tipos móviles y litografía). La composición comienza a complejizarse para hacer interactuar diferentes elementos visuales y así reforzar el impacto y pregnancia de las piezas. Otro dato importante es que la mayoría de estas portadas no cuentan con un autor o el nombre del ilustrador ya que habitualmente eran diseñadas por colaboradores de la imprenta, o bien, amigos de ellos.
Conclusión
Lejos de ser un fenómeno aislado, la composición de impresos que articulan texto e imagen tiene su origen en el país en un contexto social de expansión y heterogeneidad dado por las diferentes nacionalidades de las personas que fueron construyendo una nueva identidad del país no solo en el ámbito social, sino también en lo comercial. Esta incorporación implica una modificación en las condiciones y medios de producción de los dispositivos que tenían larga tradición en la imprenta tipográfica. La modificación de la técnica implicó nuevos oficios y desplazamientos de los ya existentes. A su vez, se trabajó continuamente en la automatización de la máquina para poder ofrecer mayor cantidad y velocidad en lo producido. A razón de la mecanización de los procesos Simondon (2008) afirma que “el hombre crea mediaciones, y estas mediaciones son separables del individuo que las produce y las piensa; el individuo se expresa en ellas, pero no adhiere a ellas; la máquina posee una suerte de impersonalidad que hace que pueda convertirse en instrumento para otro hombre” (p.261). Estos procesos de independencia de la máquina impresora que comenzaron con la litografía encuentran su modelo en la imprenta industrial con la técnica de offset que comienza su difusión en 1930.
La cultura visual de cada época se ve afectada con los avances de la tecnología, tal es así que en el caso de la litografía se asientan las bases de la hegemonía de la imagen como recurso visual de comunicación en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Notas:
(1) La Compañía de Jesús, conocida comúnmente como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534.
(2) La Casa de los Niños Expósitos fue fundada en 1779 para albergar a niños recién nacidos que eran abandonados. El nombre tiene sus orígenes en el latin ex-posĭtus, puesto afuera.
(3) La impresión de transfer consiste en imprimir un diseño espejado para después poderlo fijar en una superficie mediante la aplicación de calor o químicos especiales.